Sara Mesa: escritora con buena letra

Conversamos con Sara Mesa en la plaza del Ayuntamiento, rodeadas del bullicio de una tarde de abril, gritos, risas infantiles, tazas y vasos de cristal, acompañadas de su perra Alice, que dormita apaciblemente junto a la mesa de la cafetería.

Nos sentamos junto a una de las autoras más prestigiosas de la literatura contemporánea. Ha publicado novelas como Cuatro por cuatro, Cicatriz, Cara de pan Un amor; el libro de cuentos titulado Mala letra y el ensayo breve Silencio administrativo. Entre sus premios cuenta con el Ojo Crítico de Narrativa (2015) por Cicatriz y Los Libreros Recomiendan (2020) por Un amor. Su obra ha sido traducida a nueve idiomas.

 

FT: Hasta hace un año compaginabas un empleo con la literatura. ¿Cómo lo pudiste compaginar? ¿Lo tuyo era doble o triple jornada?

SM: Pues lo hacía como podía, pero era cansado. Me di cuenta de que existe mucha diferencia entre mujeres y hombres a la hora de organizarse la jornada. En el esquema que nos han vendido del talento masculino, es como imperativo: necesita tiempo espacio, me voy, me evado, me meto en una cabaña a acabar mi novela. Conozco a pocas mujeres que lo hagan, y menos si tienen hijos… Yo estoy escribiendo y pongo una lavadora. Cuando acaba la lavadora, tiendo, vuelvo a mi texto, hago la compra…No me quejo, porque esos trabajos son necesarios. Lo compatibilizo con otras tareas. Sin embargo, los hombres se preguntan: “¿Cómo me voy a poner ahora a cortar cebolla, si estoy escribiendo una
novela?”. No se puede generalizar, pero he visto la tendencia claramente. Por el contrario, tengo amigas escritoras que lo hacen en sus ratos libres. Los hombres, en sus ratos libres, si les da tiempo, colaboran en casa.



FT: ¿Se considera aún que una mujer escritora es una anomalía?

SM: Creo que las cosas han cambiado mucho para mejor, pero igualdad no hay y en el ámbito literario, tampoco.

FT: ¿Conseguiremos en algún momento que los hombres lean libros autoras y que los críticos las valoren igual que a los hombres?

SM: Cada vez hay más hombres que leen a mujeres con una cabeza desprejuiciada y la crítica literaria también empieza a tenernos en cuenta, pero falta mucho. Como el camino ya está iniciado, soy una persona optimista y creo que los cambios ya no tienen marcha atrás, aunque sea lento.

FT: En ocasiones has reivindicado el papel de la mujer en la sociedad defendiendo que el feminismo no es una moda, porque ¿cuánto tiempo lleva de moda el machismo?

SM: Voy a poner un caso muy sintomático: el Premio Andalucía de la Crítica de Narrativa. En 28 años solo se lo han concedido a una mujer y en aquella ocasión los titulares de prensa destacaron el hecho de que se premiaba la literatura escrita por mujeres. Sin embargo, cuando se lo conceden a hombres un año y otro, el titular nunca es “Por vigésimo octava vez se concede el premio a un hombre”. Ahí es donde digo que el feminismo no se puede entender como una moda, porque si tratáramos el hecho de la misma manera cuando se trata de un hombre, veríamos la desigualdad. Solamente se subraya cuando eres una mujer, no cuando eres un hombre. Los números no mienten. En el mundo literario se puede observar que, en premios, publicaciones, críticas literarias, siempre hay más hombres. Hace poco un crítico literario hablaba de que una editorial afirmaba que era la editorial de las mujeres porque publicaba a muchas de ellas. Me fui al catálogo de la editorial y calculé el número de obras de mujeres publicadas. Era cierto que había muchas, pero no eran más que hombres, solo llegaban al 40%. 

FT: En tus obras aparece el machismo, la misoginia, violaciones, mujeres que transigen por no ser juzgadas por la sociedad, hombres tajantes en sus actos y decisiones y mujeres que no defienden lo que quieren por los prejuicios sociales.

SM: En muchas de las historias que yo escribo se plantea el tema del poder. No lo planteo desde una perspectiva feminista explícita, porque planteo, por ejemplo, el poder que ejercen las clases privilegiadas contra las que no lo son o los adultos contra los niños. Es decir, el poder se manifiesta de muchas maneras, pero si en mi obra aparece el poder, también el poder masculino sobre el femenino, porque es una variable muy potente. El asunto de la obediencia y la sumisión está muy presente. En general, tanto hombres como mujeres hemos sido educados así, aunque las mujeres mucho más. Hemos sido educadas para no molestar, aguantarte, estar callada, estar en tu lugar, porque sabemos que, si sacamos los pies del tiesto, la reacción puede ser dura. 

FT: En una entrevista comentaste que si te pudieses reencarnar lo harías en Pardo Bazán, ¿qué te lleva a elegir a Doña Emilia?

SM:  A nivel literario, es envidiable. Me gustaría reencarnarme en ella porque escribía como una diosa. Pero también me gusta su carácter. Ella sería un ejemplo de cómo pasarse por el forro toda la cultura de la sumisión, porque se metió en terrenos donde en aquellos momentos no estaba permitido entrar o al menos lo intentaba, como en la Academia, donde se postuló en varias ocasiones y siempre la rechazaban. Recibía críticas muy desagradables de autores a los que nadie cuestiona, como Clarín, Pereda e incluso Galdós, a pesar de haber sido su amante. Como físicamente, era una mujer fuerte, también molestaba mucho a los señores. Es verdad que si no hubiera pertenecido a la aristocracia le hubiera resultado imposible, pero el papel que se le asignaba a la mujer en las artes era decorativo, como la señora que toca el piano o la que escribe sus libritos, pero una vez que se casa ya no se dedica más a ello. Así que Pardo Bazán me parece admirable tanto en el ámbito literario como en el vital.

FT: ¿Qué autoras lee Sara Mesa?

SM: Yo me he formado con un canon básicamente masculino. No solo por lo que leíamos en las escuelas, también los autores que había en las librerías y las bibliotecas eran mayoritariamente masculinos. En los últimos tiempos, leo a muchas escritoras a las que no conocía y me doy cuenta de cuánto nos hemos perdido. Se siente como si nos hubieran quitado esa parte. Y son igual de buenas y en muchos casos más que los hombres que ha consolidado el canon. A Faulkner todo el mundo lo conocemos, pero Flannery O'Connor o Carson McCullers suenan menos. 

En cuanto a españolas, me gustan Marta Sanz, Cristina Morales, Andrea Abreu. Y más allá de nuestras fronteras, Alice Munro (Mi perra se llama Alice por ella), Fleur Jaeggy, Iris Murdoch… Son autoras muy diferentes, pero tienen algo en común, la manera de enfocar las cosas de forma distinta a la de los hombres. Diferentes también entre sí, porque no considero a las escritoras como un bloque, pero el lugar desde el que tú miras está marcado por el hecho de ser mujer. La sensación que tengo con las escritoras que me gustan es una sensación de hermandad.

Acompañamos a Sara y a su perra Alice un trayecto en el camino de regreso a su casa y nos confiesa que las preguntas que más se repiten en sus entrevistas trata sobre su lugar de residencia. Por regla general, no se entiende que no prefiera vivir en ciudades como Madrid o Barcelona, donde podría relacionarse con el mundillo literario y asistir a múltiples eventos. Sara, madrileña de nacimiento, andaluza de sentimiento, considera que un pueblo como Tomares, su lugar de residencia desde hace veinte años, le facilita concentrarse para escribir, porque al fin y al cabo “el mundo literario está en el libro”. Ahora, que puede permitirse caminar por Tomares por las mañanas, percibe el sabor de pueblo que aún no ha perdido.

 

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