Las amigas de la Plaza Peralta

 En las noches del verano, en las tardes soleadas de invierno, otoño o primavera, las mujeres de la barriada Peralta toman la plaza. Su historia comenzó en 2011, cuando un grupo de vecinas decidió reunirse cada noche en la plaza. A partir de 2016, también  por la tarde. Sentadas en sus sillas plegables, formando un círculo perfecto, acompañan sus tertulias con bizcochos, pestiños y chocolate caliente. En verano, las veladas se alargan hasta la madrugada, encargan serranitos, toman bebidas refrescantes y algún que otro chupito. 

Entre risas y conversaciones desgranan sus recuerdos y afrontan el presente. La compañía y el apoyo mutuo han sido su pilar para superar el fallecimiento de los maridos o amigas muy queridas, problemas, tristezas y la “rutina de estar solas”.

La pandemia tampoco pudo con ellas. Una vez finalizado el confinamiento, regresaron con sus sillas y sus sonrisas a la plaza, ampliando el círculo para mantener la distancia de seguridad.

Llegaron al barrio cuando no había agua corriente ni alcantarillado en sus casas recién construidas. Sin alumbrado público, las calles se hundían en la oscuridad al caer la noche. La plaza estaba ocupada por el almacén de aceitunas Arias en el que trabajaron muchas tomareñas. Los días de lluvia, el barrio se convertía en un lodazal. Tenían que llevar zapatos de repuesto en el bolso para cambiarse al llegar al pueblo. 

Margarita Martín Valverde conoció a su marido sevillano en Alemania, donde había emigrado junto a su hermana desde su Salamanca natal. Allí trabajaba en una fábrica de cortinas. Regresó a su tierra para contraer matrimonio.  Dio a luz al primero de sus cinco hijos, al que dejó al cuidado de sus padres para continuar trabajando en el país germano. La nostalgia y el miedo a que cerraran la frontera la impulsó a volver a España y terminó residiendo en Tomares, donde nacieron el resto de sus hijos. A sus 80 años, después de 5 décadas residiendo en el pueblo, sigue echando mucho de menos a su familia salmantina, pero sabe a ciencia cierta que no podría vivir lejos de sus cuatro hijos y su hija.

Al padre de Isabel Martín Quesada lo destinaron al cuartel de la Guardia Civil de Tomares en 1965. Allí vivió ella junto a su familia durante cuatro o cinco años. Al jubilarse, su padre construyó una casa en el barrio. Isabel se trasladó a Castilleja y después regresó a Tomares. Desde 1982 reside en la barriada Peralta.

Manuela Cano Montes es la única del grupo que nació en Tomares, concretamente en la Mascareta. Hace 51 años, se mudó a Peralta. Trabajó en los almacenes de aceitunas, en los Porres, en Bormujos en la Pelegrina… Tiene cinco hijos y le gusta venir cada tarde a pasar el rato con sus amigas.

Ana Fuentes confiesa, entre risas, que ya ha cumplido 78 años. Se siente orgullosa de sus cuatro hijas, de sus nietos y nietas a los que ayudó a criar. Trabajó en el campo y en el servicio doméstico. Natural de Lebrija, lleva viviendo en Tomares 52 años. Su marido era de Sanlúcar la Mayor. Al comienzo de su matrimonio, residieron en Lebrija, más tarde en Bormujos y por último, en Tomares.

Encarna Nisa Plaza, con 81 años, es la mayor del grupo, madre de cuatro hijos e hijas, 9 nietos y ocho bisnietos. Nació en Santa Olalla y reside en Tomares desde hace más de 50 años. Primero vivió en el Camino Viejo y después construyó su casa en Peralta. Trabajó en el servicio doméstico en varias casas de Sevilla. Después se fue a un cortijo, donde estaba empleado su marido y ella era la cocinera. 

Encarni Carmona nació en El Coronil, pero trabajó en el servicio doméstico en Sevilla desde los quince años. Allí conoció a Juan, su marido, el único hombre que asiste a las reuniones. Cuando se casaron, hace cincuenta años, instalaron su residencia en Tomares. Encarni tiene un hijo y una hija, pero considera que el barrio también es su familia.

Aunque nació en El Ronquillo, Pepa Amador Manfredi, ha vivido en muchos lugares de España durante 20 años. Su marido era empleado de Abengoa y ella le acompañaba, con sus cuatro hijos, por Galicia, Santander, Valencia, El Valle de Arán, Salamanca, Zamora, Valladolid, Málaga… Se pregunta si existe un lugar donde no haya estado. Durante la Expo, volvieron a Sevilla y se asentaron definitivamente en Tomares. Desde que enviudó hace cuatro años, reside en la misma calle que sus tres cuñadas. 

Isabel León Luque se crio en la calle Arjona. De joven ayudaba a su madre a limpiar los camarotes de los barcos que atracaban en el Puerto de Sevilla. Nombres de barcos como el Plus Ultra, eran familiares para ella desde niña. También se colocó como pescadera. Emigró a Londres donde nació su primera hija. Al año regresaron y fijaron su residencia en Tomares. No dejó de trabajar hasta su jubilación. Estuvo empleada en el hotel Alfonso XII durante diez años y a continuación en la Hacienda el Visir. Reconoce que al principio le costó adaptarse a Tomares y todos los paseos la llevaban a Triana. Con 72 años, considera que ya ha trabajado suficiente. Viuda desde hace doce años, las “niñas” de la plaza y su familia son su mayor alegría.

Beatriz López Carnicer nació en Almería, aunque llegó a Sevilla con dos años. Su padre vino a trabajar a Coca de guarda en una finca y allí conoció a su marido con 15 años. Trabajaba como modista y dejó de coser para la calle con 22.  Desde entonces solo cosió para su familia. Vivió 20 años en el Camino Viejo y los últimos 40 en el barrio Peralta.

A pesar de llevar más de 50 años viviendo en Tomares, todavía hay quien las considera forasteras, porque no son “hijas del pueblo”.  Alguna se molesta por ello, pero otras llevan con orgullo sus pueblos de origen.  A veces sienten el desarraigo de no pertenecer a un sitio concreto. Sin embargo, reclaman que ellas son las que han levantado Tomares.

No han cesado de trabajar, fuera y dentro de casa, durante toda su vida. Inasequibles al desaliento, piensan que los valores y el afecto que dan y reciben son más importantes que los bienes materiales. Ejemplo de superación ante las adversidades, sus historias son las que realmente construyen la Historia.  


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