Elena Vega: el valor del cuidado

 Elena se muestra tímida al posar para nuestra cámara. Es preciso convencerla de que necesitamos su foto para acompañar este texto. Siente pudor por hacerse notar, por salir a la luz, por ese “señalarse” que a las mujeres nos ha perseguido.

La esperábamos sentadas al fresco en una mesa del mini-golf, en una calurosa noche de junio. La vimos aparecer, pero se demoró saludando a la gente, parándose con unas y otros, saludando en las mesas, conversando con quien la parase. A lo largo de la entrevista, varias personas se acercan a despedirse o comentar algo con ella.

Trabaja como auxiliar de ayuda a domicilio en el Ayuntamiento de Tomares desde hace 25 años. Había estudiado auxiliar de clínica y aunque había ejercido en hospitales durante algunos años, decidió formarse para esa profesión que abría un nuevo campo. Formó parte de la segunda promoción de auxiliares de ayuda a domicilio de la provincia, actualmente homologada como técnica socio-sanitaria.

También impartió clases durante los años 2005/2011 para formar a auxiliares del SAD de la Diputación de Sevilla.

Elena tiene dos hijos.  Las fechas de su relato se entrelazan con sus embarazos y sus pospartos. Nos cuenta que tuvo que ocultar que estaba embarazada en las entrevistas de trabajo. Hasta que no firmó el contrato, no lució su vientre. Con el primer parto no pudo disfrutar de baja maternal. Entonces, no hace tanto, 28 años, muchas mujeres no contaban con ese derecho. Su médica le aconsejó que se cogiera las vacaciones después del parto y se incorporara una vez acabada la cuarentena. Venía en moto a darle el pecho al niño desde Bormujos. Tuvo la suerte de estar rodeada de otras mujeres que la ayudaron y le facilitaron compatibilizar la crianza.

En su vida se dan dos hitos importantes.

El primero de ellos ocurre al incorporarse a la plantilla del Ayuntamiento de Tomares, su pueblo. Se presentó a un proceso de selección para cubrir una plaza y le hacen un contrato indefinido. 

En aquel tiempo se produjo un conflicto laboral muy importante, porque el Ayuntamiento empieza a despedir a mujeres de su equipo. Ella nunca se había acercado a sindicatos, no había participado en ningún movimiento social, se consideraba una niña de pueblo más bien conservadora, pero aquello la cambió totalmente.

Decidieron hacer un encierro. Llamaron a CCOO para que las asesoraran y estuvieron encerradas durante tres días, al final de los cuales fueron desalojadas por la policía local. De todo el equipo, solo dos no fueron despedidas.



A partir de ahí se organizan y crean una sección sindical de CCOO. Fue elegida delegada sindical y esa vivencia le cambia la vida. Aprende que existen otras realidades. Con el sindicato participa en diferentes conflictos, apoyando y solidarizándose con otros trabajadores y trabajadoras. 
Se produce una lucha interior entre la mujer que los demás esperaban de ella y la mujer diferente en la que se estaba convirtiendo. Reconoce que siempre contó con el apoyo de su marido, que también tuvo que “reciclarse”.

El segundo momento que Elena Vega destaca se produjo debido a la enfermedad de su madre. Durante ocho años la cuidó mientras el Alzhéimer iba deteriorando su salud y su memoria. Cuando su madre falleció y ella retomó su vida, el conflicto en la empresa se había normalizado.

Su trabajo es muy diverso. Atiende al colectivo en situación de dependencia: personas mayores, enfermos crónicos, personas con alguna discapacidad, menores en riesgo de exclusión, etc. 

Durante la pandemia, Elena y otra compañera formaron parte del equipo de trabajadores y trabajadoras esenciales municipales que nos cuidaron mientras permanecíamos confinadas.

Ellas se ofrecieron, después de atender a sus usuarios y usuarias, para realizar gestiones a las familias más vulnerables (farmacia, llevar alimentos...) Repartían la comida del plan Siga y cuando sobraba, lo llevaban a las familias más necesitadas.

Elena admite que durante esa situación de emergencia nunca tuvo miedo. Se cuidaba mucho, tuvieron la fortuna de que los EPI llegaran pronto y se siente satisfecha de haber dado lo mejor de sí misma en aquellos meses tan difíciles para la población.

Además de trabajar en una profesión de cuidados, en su tiempo libre realiza una labor de voluntariado prácticamente invisible, apoyando a familias que necesitan orientación ante la enfermedad o el fallecimiento de un familiar, haciendo gestiones para personas que no pueden trasladarse o proporcionando alimento a personas vulnerables gracias al apoyo de personas anónimas, asociaciones y Hermandades del pueblo.

Elena Vega es del Camino Viejo, un barrio de gente humilde y trabajadora, gente muy solidaria, donde el apoyo mutuo se vive como algo natural y cotidiano. La idiosincrasia de este barrio tomareño es parte de su ADN.

Cuidadora, que piensa que recibe más de lo que da, luchadora incansable, solidaria sin límites, la luz de Elena Vega es incompatible con las sombras y la invisibilidad.

 

 

 

Comentarios

  1. Me parece muy acertada que nos brindeis la oportunidad de conocer mujeres como Elena...Mujeres hechas a sí mismas, en continuo reciclaje persona pero sin perder su propia esencia
    Buen verano
    Lina

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  2. Bonito relato…. auténtico como lo es nuestra vecina Elena! mi enhorabuena a todas las mujeres que tienen la suerte de poder ayudar a las personas más vulnerables y pueden formar parte de sus vidas!!!!

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