Natalia Ortega: la mujer del siglo

Tres décadas después del fallecimiento de Natalia Ortega, cada vez van quedando menos personas que la llegaron a conocer. Una placa en la puerta del CIMM (Centro de Información Municipal a la Mujer) da testimonio del reconocimiento del pueblo de Tomares hacia su figura.

Natalia nació en el año 1915 en Bornos, un pueblo de Cádiz en el que su padre trabajaba en un cortijo. Sus dotes como cocinera la llevaron a mudarse a Alcalá de Guadaira para ejercer este oficio en la casa de una hija recién casada del dueño del cortijo. Allí, en Alcalá, en los pinares de Oromana, conoció a un muchacho de Sevilla que se buscaba el sustento como carbonero y se llamaba Pepe Mellado.

Una vez casada y madre de una hija, se trasladó la familia a Tomares, siendo el único motivo la amistad que su marido había mantenido con algún vecino de esta localidad desde el Servicio Militar. 

En Tomares, era conocida como Natalia “la del patio de Diego” porque vivía en ese patio de vecinos. En ese lugar comenzó a hacer gala de su carácter. La generosidad y la valentía que la caracterizaban se traducían en continuos actos de solidaridad hacia sus semejantes, que ejercía con la misma naturalidad que cocinaba a cuidaba a sus hijos. 

Si un mendigo llegaba a su puerta, lo hacía entrar y salía comido y vestido de limpio.

Las mujeres la buscaban cada vez que un niño o una niña enfermaban o tenían un accidente, se rompían un brazo.  Natalia no tenía conocimientos de medicina, pero era una mujer muy inteligente y poseía una gran entereza, por lo que las mujeres acudían a pedirle ayuda. Incluso llegó a curar el estrabismo a su hijo.

Un vecino padecía ataques epilépticos y la mujer pedía ayuda a Natalia, que salía corriendo para socorrerlo.

No dudaba en asistir a las mujeres en los partos, a cualquier día, a cualquier hora. Solo había una matrona y un médico en Castilleja y ella siempre tenía preparada una sábana limpia para asistir a cualquier vecina que la necesitara.

El marido de Natalia se preocupaba por que su mujer tuviera algún problema por ejercer como “matrona voluntaria”, pero ella insistía en continuar ayudando a sus vecinas.

Trabajaba en cualquier labor que se le ofreciera, ya sea como limpiadora, cocinera o costurera. Aunque su marido tenía empleo como tornero en una fundición de la calle Becas, un salario no era suficiente para sobrevivir.

Por las noches, ella y su marido intentaban sintonizar la emisora Radio España Independiente, algunas veces con éxito y otras veces sin él.

El marido de Natalia descubrió que era comunista cuando fueron a detenerlo por primera vez, en 1963. Hasta entonces él se había dedicado a hacer labores de enlace sindical y a repartir propaganda entre sus compañeros de la fundición. La noche de la primera detención la policía sacó de la cama a los dos abuelos que convivían con la familia y los arrojó a la calle. Mientras la policía registra la casa, Natalia pudo acercarse al pozo cercano y hacer desaparecer un cubo que albergaba las octavillas que estaban buscando.

El marido de Natalia fue acusado de pertenecer al Partido Comunista, divulgador de propaganda ilegal y asociación ilícita. 

Tras la detención, Natalia no tenía noticias de dónde estaba detenido. Decidió dejar a sus tres hijos con distintos familiares y durante quince días se dedicó a recorrer todas las comisarías de Sevilla hasta que lo encontró en un calabozo, los ojos y la cara hinchados, tan deformado por las torturas, que tuvo dificultades para reconocerlo.

Desde el 1963 hasta 1970, el marido de Natalia estuvo saliendo y entrando de la prisión. Mujer valiente y siempre positiva, no se vino abajo por esta situación. Como en Tomares no le daban trabajo por ser la esposa de un comunista, iba todos los días a trabajar a un almacén de aceitunas de Gines y hacía labores de costurera. Algunos vecinos iban a socorrerla a escondidas. Los compañeros de la fundición le guardaban el salario, pero la policía secreta interceptaba a su hijo cuando iba a recogerlo y se lo quitaba.

A sus hijos les explicó que el padre no estaba en prisión por ser un delincuente sino por defender a los trabajadores.

El marido de Natalia fue trasladado de prisión en distintas ocasiones, hasta llegar a la de Soria. Las dos niñas y el niño llevaban tres o cuatro años sin ver a su padre, así que Natalia solicitó una entrevista con el Gobernador Civil, al que convenció para que le diera un vale de beneficencia para que la familia pudiera viajar a Soria y visitar al padre en la cárcel.

Durante las visitas a prisión, el marido de Natalia no podía contener las lágrimas y ella le exhortaba a que se contuviera, porque los niños no debían verlo en tal estado.

Solo su valentía y entereza hizo posible que saliera adelante su familia en tan difíciles circunstancias.

Natalia era siete años mayor que su marido y nunca decía los años que cumplía. Cuando su hijo le preguntaba por su edad, siempre respondía: “el siglo”.

Ella representa a las mujeres españolas del siglo XX, que tuvieron que sobrevivir a una guerra y una dictadura, trabajar muchísimo en condiciones inhumanas y luchar codo con codo con sus compañeros
para traer la democracia, aunque su papel no haya sido reconocido de forma suficiente.





Comentarios

  1. Mi abuela, una grande de corazón, valiente, con gran sabiduría. Un gran bendición haberla conocido y querido tanto.

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  2. Una mujer excepcional en todos los sentidos

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